Vallina – Sala Pin 3


MANOLI RODRÍGUEZ

 

El fin de semana de Reyes un numeroso grupo de “Vianas” nos desplazamos hasta el pequeño pueblo de Asón, en Cantabria, con la intención de hacer la travesía de Tibia-Fresca y buscar la Sala Pin en la Vallina.

La idea surgió en la comida de Navidad en casa de Pepe y lo fuimos organizando durante las vacaciones. Paco Cuesta nos sugirió la posibilidad de entrar por Nospotentra y llegar hasta la Sala Pin. A Álvaro y a mí (Manoli) nos pareció una idea estupenda, ya que la travesía de la Vallina la hemos hecho varias veces y nos apetecía hacer algo diferente. Posteriormente se unieron al grupo Javier Yélamos, Paloma y Miriam que apenas se han estrenado en esto de la Espéleo.

El viernes 6 de enero llegamos Álvaro y yo los primeros al albergue de Coventosa, en Asón, ya que nos habíamos ido unos días antes para hacer rutas por la zona. Por la tarde fueron llegando los demás y los más rezagados, por la noche.

Mientras cenábamos, organizamos los detalles y como siempre en estos casos, recordamos mil y una anécdotas. Fue una velada muy entrañable.

Quedamos a las 8:30 para desayunar y el día amaneció lloviendo. Paco nos sorprendió con un estupendo Roscón de Reyes. Vimos marcharse a los dos grupos de Tibia que todavía les quedaba por delante una buena aproximación. Después preparamos equipos y material y a los coches, rumbo: ¡Nospotentra!

Dejamos los coches en el pequeño “aparcamiento” de la Vallina y emprendimos los veinte minutos de aproximación hasta la entrada de Nospotentra.

 

 

Cabe decir que NO hay senda y se desciende por “un búscate la vida algo pinchoso” y resbaladizo, más aún si está lloviendo.

 

 

La entrada de la cueva es estrecha y se accede a ella por un pequeño agujero en el suelo tras pasar restregándote por la pared por un angosto paso.

 

Entrada de Nospotentra

 

Álvaro bajó el primero seguido de Paloma, que se quedó en la mitad del destrepe para que yo desde arriba le pudiera ir pasando las sacas.

 

 

Una vez dentro, el primer objetivo era llegar a la sala del P13. Este tramo de la travesía siempre lo hemos hecho al revés y en este sentido se ve totalmente diferente. Así es que, después de algún despiste, llegamos a la sala del pozo.

A partir de aquí los 32 km que recorren la cavidad se convierten en un enorme laberinto y hay que ir muy pendientes de todo para no perdernos. Sacamos brújula y topo y empezamos a adentrarnos en las entrañas de la cueva con la intención de llegar hasta la Sala Pin. Comprobamos efectivamente que es muy laberíntica, además hay muchas galerías que no aparecen en la topo, con lo cual, cuando llegas a una encrucijada en la que supuestamente debería haber tres galerías, te encuentras con algunas más o en vez de una gatera, te regalan dos por una…

 

 

Llevábamos un topo tamaño XXL y además 8 páginas en las cuales aparecía un tramo de la cueva secuenciado en cada una de ellas. La rutina era la misma, avanzábamos por las galerías y al llegar a algún cruce, paramos y consultábamos dudas. A veces, era imposible adivinar por dónde seguir, y era entonces cuando Paco, en versión hurón, desaparecía y aparecía por una gatera…

 

 

Llegamos hasta la curiosa formación del Dragón donde nos hicimos la foto de rigor.

 

El dragón

 

Continuamos en busca del estrecho meandro y lo recorrimos restregándonos bien por sus angosta paredes. A veces, era necesario pasar en plan egipcio porque ni siquiera podías mirar de frente. Para rematar las estrechuras, descendimos por un destrepe bien encajaditos.

En algún momento de la travesía y al ver que cambiábamos de página, Miriam preguntó que por qué hoja íbamos. La dijimos que por la 2 y se puso muy contenta porque ya habíamos cambiado, sin embargo, nos reímos mucho cuando la explicamos que eran 8. ¡Creo que no le hizo mucha gracia!

 

                                                                                                                                                                                            “Consejo de sabios”

 

Avanzamos, nos arrastramos, nos mojamos… vamos, lo normal en estos casos, pero muy amenizado con las explicaciones de Yelati y de Paco sobre las curiosas formaciones y fósiles que nos encontramos.

 

 

Llegamos a una tirolina que cruza el Cañón. Vimos que la otra opción era destrepar un estrecho pozo, cruzar el Cañón por abajo y subir por otro pozo. Problema: Paloma y Miriam no tenían prácticamente experiencia en verticales. Gran dilema, volver o explicarles en un cursillo exprés el manejo de aparatos. Descartamos la tirolina ya que los pozos eran pequeños. Decidimos comer primero y darnos una tregua.

Tras el picnic, Álvaro decidió instalar el pozo, ya que la cuerda estaba en muy mal estado y comprobó si era factible que Paloma y Miriam cruzaran el Cañón. Álvaro comentó que no veía problema.

 

Paco descendió después y se quedó en la cabecera del pozo de subida para echar una mano en la salida. Álvaro se quedaría en la base del pozo para ayudar y yo me quedé de maestra de ceremonias para explicarles el descenso y comprobar que lo hacían correctamente.

 

Cruzando el Cañón

 

Primero bajó Yelati, seguido de Paloma y después Miriam. Aquí perdimos bastante tiempo, al igual que a la vuelta cuando volvimos a cruzar el Cañón, pero conseguimos el objetivo.

 

 

Continuamos por el laberinto ya con una sola saca que pasamos por la tirolina y por fin llegamos al Camino de La Gloria. De ahí, a la Avda. de la Arena nos quedaba un paseo. Al llegar a la inmensa avenida nos sorprendió su tamaño. Podríamos ir los seis avanzando al mismo tiempo y sobraba espacio. El suelo era de arena y se progresaba con mucha comodidad, vamos, una autopista de peaje.

 

Avenida de la Arena (Avinguda de la Sorra)

 

Llegamos a un gran ensanche que en principio creímos que era la Sala Pin y nos pusimos muy contentos, pero al comprobar la topo… ¿qué topo? Si se ha quedado en la saca de Manoli colgada en el tendedero de la tirolina con algunas más para no llevar tanto peso…Así que apuntamos dirección y rumbo para ver dónde habíamos llegado y una vez fuera comprobar dónde estaba la Sala Pin. Decidimos dar media vuelta porque llevábamos cinco horas y media y no queríamos salir muy tarde.

Álvaro se puso a la cabeza y de repente, cuando llevábamos unos minutos andando y al entrar de nuevo en la Avda. de la Arena, vemos a Álvaro señalando con el dedo en plan Cristóbal Colón hacia arriba. Pensamos, ¡fijo que le ha dao un aire!, pero antes de que reaccionásemos gritó: “Ahí arriba está la Sala Pin” y se puso a subir por el caos de bloques seguido de todos nosotros. Y efectivamente, era la Sala Pin, ¡la habíamos encontrado! Yelati y Paco se pusieron a debatir sobre la formación de la curiosa cúpula y las marcas circulares que la recorren en todo su perímetro. De ahí el nombre que le pusieron los ingleses de Matienzo: Sala del Torbellino.

 

Sala Pin o Sala del Torbellino

 

Pues tan contentos de haber conseguido llegar a nuestro objetivo y “más allá”, reanudamos el camino de vuelta. Volver a pasar el Cañón, desinstalar la cuerda, y a buen paso y restregándonos de nuevo (curiosamente el meandro se “había ensanchando”) nos plantamos en tres horas en la salida.

Era de noche y llovía y había que subir de nuevo por la “NO senda” hasta encontrar los coches. Nos quitamos el mono y las botas rápidamente y de repente, Paco nos sorprende de nuevo con un termo de caldo calentito que nos supo a gloria y nos entonó el cuerpo.

Vuelta al albergue, ducha calentita y a cenar como señores recordando las anécdotas de la aventura y comprobando hasta donde habíamos llegado: FN PASSAGE.

Alargamos la cena con la esperanza de ver por lo menos a los compañeros del primer grupo de la Tibia. A las 12:30 aparecieron y tras contarnos brevemente qué tal les había ido se fueron a cenar y nosotros a la cama.

Plan estupendo para repetir.

“Si crees que la Espéleo es peligrosa… prueba la rutina, ¡Es mortal!


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